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} ‘ + 35 la Iglesia, crisis que fué creciendo por haberse hecho fautores de la herejia, los emperadores hoy, y despues las emperatrices, lo que es la mayor calamidad para la fe. Porque estas altas y poderosas sefioras, una vez que han concebido en su corazon el error, hacen con él lo que hacen con el feto que enjendran en su vientre: le dan vida, lo dan 4 luz, lo hacen varon, lo fortalecen y lo propagan. Asi se vieron en dos centurias consecu- tivas tantos obispos inducidosen el error: ellos se hacian palaciegos, ellos oian demasiado las palabras seductoras de emperatrices fandticas, que se erigian en Mecenas del error y del que lo prohijaba, y el error se robustecia, las Iglesias se llenaban de tumultos, sus santos atrios presenciaban escaéndalos inauditos, los obispos celosos salian 4 destierros, y los partidarios de la mentira, ofuscados entre el humo y el vapor de las -promesas palaciegas y de las adulaciones de sus salo- nes, tenian en menos la divinidad de Cristo, que las frases encantadoras de la seduccion de una princesa, 6 que las razones imperiosas de un monarea. Sin embargo, se apelé por todas partes al remedio por medio del concilio, y 4 pesar de la gran dilocuencia de los Euse- bios de Nicomedia, de los Tedfilos de Alejandria y de sus muchos partidarios mitrados, todos herejes, el con- cilio se reunid, y los vencié 4 todos, condenando de una vez 4 Arrio y-4 cuantos lo seguian entonces, y 4 cuan- tos lo siguiesen y lo favoreciesen despues, ora se Ha- masen Kusebios, ora Meletios, Colutios y Teogonides, 6 bien Valentes, Constancios, y Valentinianos, 6 Eu- doxias. Una vez celebrado el concilio de Nicea, el error quedé sii vida y sin vigor, no pudiendo triunfar por mas que lo favoreciesen los reyes, ni tampoco revivir, aunque quisiesen amamantarlo 4 sus pechos Jas prin- cesas mas llenas de gracia y vigor juvenil: el error desde entonces fué un cadaver.
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