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27 * de la disciplina eclesidstica, y la correccion de las cos- tumbres de los pueblos corrompidos.» Para procurar remedios saludables 4 la sociedad cristiana en general, y 4 algunos reinos y provincia mas necesitados, han bi vousdo las Sumos Pontifices los concilios generales, habiendo sido estos mas frecuen- tes, cuando las calamidades religiosas han sido mas peligrosas y mas continuas. Asi vemos, que en el Orien- te se celebraron ocho concilios ecuménicos en quinien- tos cuarenta y cuatro afios, y diez en el Occidente en seiscientes sesenta y cinco. Pero gQuién es capaz de re- ferir en breves cléusulas las escenas que pasaron en aquellas regiones orientales, con las cuales tienen rela- cion los concilios generales? No habia entonces herejes como quiera, sino turbas de herejes, ep cuyas filas es- ‘taban formados emperadores, patriarcas, obispos, sa- cerdotes y pueblos, ora barbaros, ora civilizados. Des- de Arrio, que rompié la ttinica inconsitil del dogma en trescientos diez, hasta ‘Focio, que rasgé la de su unidad en novecientos setenta y ocho, el catdlogo de herejes es tan grande, como le son las langostas que vienen del Africa 4 desolar las campifias ibéricas. No escasearon las regiones del Occidente en dar 4 luz hombres y acontecimientos ruidosos: Arrio tuvo sus - partidarios, los tuvo Nestorio, los tuvo Elvidio, los tu- vieron bs iconoclatas, los monotélitas y cuantos mons- truos hereticales habian pululado en Oriente. Vinieron al mundo emperadoresy reyes, que querian arrogarse el sumo sacerdocio, y sembrarén en la Iglesia el so- borno, el cohecho, la simonfa, dando las dignidades eclesiasticas al mds atrevido, al mas favorecido de bie- nes de fortuna, poniendo 4 precio la sangre de Cristo. Las aulas produjeron racionalistas que hacian 4 la filo- Sofia sefiora y 4 la fe esclava: las cruzadas de Oriente tan herdicas, cuya historia es més noble y mas célebre

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