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as Sage ne ee a Lu to humano le est4 concedido conocer las cosas divinas, pero no el comprenderlas; y ;por qué? Porque comprender quiere decir abar- car un espiritu 4 otro dentro de si mismo, lo que no puede hacer el entendimiento limitado, no siéndole posible abrazar y rodear lo limitado é inmenso, teniendo esta limitacion en la nocion esenvial de sn naturaleza, en su raiz. Puede, pues, un obispo poner wna limitacion suave y templada d las omnimodas atribuciones de la Silla romana, como se pretende insinuar por los hombres de las ideas modernas? No, porque no es él quien la ha fandado; no, porque ha recibido de ella la potestad de jurisdiccion que tiene en su Iglesia; no, porque aunque la Sede Romana quedase reducida 4 los muros de Roma, y él fuese obispo de toda Francia, de toda Espafia, de toda Europa, nunca seria obispo universal, y el de Roma si; nunca seria fuente de la juris- diccion, y el de Roma sf: al contrario, seria siempre rio, lo que Ro- manoes ni puede ser. Lo que es esencialmente imposible, por no haber radicalmente potencia en la naturaleza de la cosa, nunca llega 4 ser posible, aunque esa naturaleza se divida en miles de personas, 6 naturalezas singulares, pues lo que no puede una sola en ese particular, no lo pueden todas juntas. Asi hay que decir que la Iglesia congregaila no puede llevar 4 cabo esta teoria moderna, respecto de su cabeza, porque es la Silla Suprema, de la eual dice el Derecho: prima Sedes a nemine judicatur. {No lo puede uno? Pues no lo pueden todos juntos de derecho: y (lo diremos, hacien- do una abstraccion hipotética, imposible, é irrealizable) sise inten- tara realizar esa idea, ya no seria justicia, razon y derecho, sino violencia y fuerza brutal. Diremos por lo tanto, que la idea de haberse puesto los obispos alguna vez frente 4 su Cabeza 4 decirle lo que se atribuye & algu- nos grandes mundanos, llenos de altaneria, es necesario colocarla entre las espadas y escuidos de los antiguos gigantes que quisieron escalar el cielo, y cayeron como cayé el Pelion y se hundié el Osa por donde intentaban subir, por haber arrojado un rayo sobre ellos el padre omnipotente, como cantaba Ovidio en sus Meta- mérfosis: 4 nu ser que se le quisiera dar cabida entre los monu- montos de la mitologia de los dltimos tiempos; pues, 4 no dudarlo, los célebres principios del 89, que tantos gigantes de error han
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