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LT EM orn ee XLIx las ha dado pf&bulo y apoyo. Basta conocer las maniobras de Eutijues para traer 4 su partido al gran privado de Teodosio, Cri- safo, 4 fin de eludir la condenacion del Patriarca de Constantino- pla San Flaviano, y evitar tambien el anatema del Papa San Leon, 4 quien habia apelaflo. Vidse entonces combatida la autori- dad del Romano Pontifice por la fuerza y la faccion: el error se vié tambien laureado con el triunfo, la verdad hollada por los hombres altaneros y la autoridad de la Silla apostélica menospre- ciada. Todo esto pasaba en un concilio: pero este concilio cons- taba de ministros de un emperador engafiado, y de obispos ilisos, quienes capitaneados por un fanitico, no temieron condenar a los prelados nfs venerables que tenia el Oriente. No hay que buscar otro principio en esas disputas ruidosas de algunos doctores sorbénicos, al concluirse el cisma de los cincuen- ta afios. Sino hubiera habido hombres de alto representacion so- cial, interesados en que la Silla apostélica trasmigrase aquende los mares tirrénicos, 4 pesar de los males que habian causado los setenta afios, Hamados en la historia de la Iglesia de cautiverio de Babilonia, y no obstante que Ja cristiandad entera reclamaba que estuviese alli donde la fundé San Pedro, no hubieran resonado quizds las aulas de los citramontanos con esas doctrinas, Afirmase que algunas veces, puestos los Obispos en frente de su Cabeza, le dijeron qué cada uno de ellos era tanto como +él y todos juntos mis que 61. Pero jes esto verdad histérica, 6 deduccion de antece- dentes 6 ficcion poética? © Esa asercion no es una verdad histérica en el sentido que pu- diera tomarse al verla consignada: lo que hay en eso es un velo especioso, tras del cual se encubre una historia de setenta afios, La verdadera version es, que habia en una nacion un hombre poderoso que refundia en si cuanto habia en su pueblo, y aun pretendia absorver la autoridad de la Iglesia. Ese hombre llama- ba junto 4 su persona 4 los que habian recibido de mano del Vica- rio de Cristo la jurisdiccion que ejercian en la parte-del rebailo, que les habia encomendado. Entonces andaba volando y revo- _ Joteando el genio del orgullo, y soplaba 4 los oidos aquella frase. Pero jtriste frase! Cien aflos ms tarde subia y bajaba una cu- chilla exterminadora, que con sangre de reyes, de nobles y de ; 1 Ss ‘ .

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