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XXXI gobierno monarquico. Cuando la Iglesia era aun un rio corto, ve-. mos al primer gerarca de ella visitando 4 todos sus hermanos por las iglesias de la Palestina, del Ponto, de la Galacia, de la Bitinia y de la Capadocia. El conyoca 4 los apéstoles en Jerusalen, y les habla y les expone las dificultades que han suscitado en la Iglesia los recien convertidos (Act. cap. 15 v. 7.): él es tambien, quien es- cribe 4 todos los Obispos, ordendndoles que apacienten el rebafio que tienen encomendado, y prescribiéndoles reglas para hacerlo, dandole buen ejemplo. (1. Petr. cap. 5. v. 2.) Y ;quién otro, mas que San Pedro, ejercié esta jurisdiccion ordinaria en todos los de- m4s Obispos; y, lo que es digno de notarse, sobre sus condisefpu- los, que habian sido hechos Obispos, todos 4 la vez, por Jesucristo? El gran Apéstol, quese gloriaba de haber recibido su apostolado de Jesucristo, tuvo entre muchos discipulos suyos varios que eran Obispos, 4 quienes enseiié la fe, las tradiciones y la disciplina; pero nunca se dirigié por cartas mas que 4 dos, y lo hizo para re- cordarles lo que les tenia ensefiado. Solo el primer gerarea es el que habla 4 todos, y ensefia 4 todos cual es su deber, porque ha recibido de su maestro mandato especial para hacerlo. Est&é por demfs el ir recorriendo la historia del mundo, para poner en mayor claridad que la del mediodia la verdad de esta asercion. El gobierno de la Iglesia ha sido siempre mondrquico, saliendo toda autoridad ejercida en ella de su primer Jerarca; esté dem4s, repetimos, el traer testimonios de los mismos Obispos, quienes en los primeros siglos de la Iglesia consultaban siempre al Romano Pontifice, y recibian sus respuestas, acatéindolas como decisiones sin apelacion. ;Para qué citar, escribiendo en este suelo de fé virginal, mfs testimonios que los de nuestra misma pftria? Ahi est4n las cartas escritas por los Siricios y Leones en el si- glo IV. 4 los Toribios de Astorga y 4 los Hicmaros de Tarragona, en las cuales se vé como el maestro universal de la fe procura es- tirpar el priscilianismo, que devoraba algunas provincias lusitanas y castellanas, y como daba reglas de disciplina eclesidstica y pres- cribia cfénones para el gobierno de las iglesias. Pero mejores aducir pruebas negativas en esta materia, toman- dolas, 6 de los que se separan de la Iglesia, 6 de los que no per- tenecen 4 su jerarquia sacerdotal. ;De dénde vino que los herejes

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