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1s do y reciben de él, como del padre de todos cuanto necesitan para vivir, se desprende naturalmente la formacion del gobierno monér- quico, reuniéndose los pueblos oriundos de un mismo patriarea & vivir bajo la vigilancia y los cuidados del que les dié 4 todos el ser. Sea, por tanto, lo monarquia absoluta con ministros y conse- jeros, sea la representativa con senados que tratan los negocios generales del reino con el monarea, todo se encuentra en la socie- dad del gobierno patriarcal. Nada ha ocurrido semejante en la Iglesia catélica: su gobierno es hoy lo’mismo que era hace diez y ocho siglos en cuanto 4 su forma, sin mas diferencia que la accidental de ciertos matices, que nada alteran la forma del mismo gobierno. {Qué hay de comun entre las ciudades y provincias feudales de los tiempos de la Edad media con relacion 4 los soberanos de su nacion, y entre las provincias eclesidsticas 6 los obispados de to- dos los tiempos, con relacion al Sumo Pontifice? Nada. Tome- mos por punto de comparacion aquellos reinos que nos son mas conocidos; 4 la Francia, por ejemplo, en tiempos de Clodoveo y Car- lo-Magno, y de Luis XI, y 4 nuestra Espafia en tiempos de Ataul- fo, de D. Rodrigo, filtimo rey de los godos, de San Fernando y de Isabel la Catolica. ;Qué veremos en esas 6pocas, que abarcan un periodo de mil afios?- Que los monarcas encontraron ciudades que tenian vida municipal, libre é independiente, no pudiendo ejercer sobre ellas los soberanosmas que el alto dominio, pero no teniendo derecho & imponerlas contribuciones ni gabelas. Asi, no solo vi- mos 4 estas naciones llenas de seilorios y feudos en todos sus va- lles, los cuales se atrevian 4 levantar los rastrillos de sus castillos, sin dejar dar un paso adelante al heraldo mismo del Rey, sino que ellos mismos se hacian muchas veces cabezas de motin, y se alzaban de la obediencia de sus soberanos, y no les rendian pleito homenaje. No hay m4s que ver los campamentos de soldados de aquellos tiempos, y con corta diferencia yeremos que constaban de pelotones de varios sefiorios, los cuales se reunian al ejército de su rey, para combatir contra el enemigo comun. Estos sefiorios feudales fueron formandose por una consecuen- cia natural de la destruccion del imperio romano. Este coloso, una vez deshecho, los pueblos se vieron sin tener quien los gobernase;
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