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SP Ree én el modo de gobernar: se le deja al rey en la libre eleccion de sti gobierno: é1 puede tener un ministro 6 diez: puede tener un con- sejo de cinco 6 de ciento: puede elegir sus consejeros del pueblo, 6 de la nobleza, 6 de los guerreros, 6 del sacerdocio: puede mandar 4 su pueblo, que él mismo le sefiale 4‘los que mas confianza le inspiran para tomar parte en su consejo. Todo esto entra en los derechos del rey; pero una cosa quiere Dios que sepan los reyes y los pueblos, y es que aquellos comprendan, que es el Altisimo quien les ha dado la potestad de reitar, quien les ha de pedir cuenta de sus obras, y que no se fien tanto en las fuerzas como en la sabidu- ria, y tengan entendido que, si respecto de los hombres son es respecto de Dios no son sino ministros de su reino. Vuélvanse y revuélvanse cuanto se quiera tas wena de ese gran libro, que nada més que esto se encontrar4: intimacion 4 los reyes para que sepan que por medios desconocidos 4 la ciencia humana, ~ Dios es quien les dé el reino: preceptos, para que administren jus- ticia y guarden equidad y vivan sumisos al Altisimo: intimacion tambien 4 los pueblos, para que entiendan que toda potestad viene de Dios y que, no por temor sino por conciencia, han de obedecer 4 los reyes, no mirando tanto 4 la espada que llevan colgada al cinto, como 4 lo que representan como ministros del Rey de los reyes. A esto esté reducido cuanto hay escrito en la palabra de Dios sobre el gobierno de los reyes acerca de sus pueblos: pero no sucede asf con réspecto al gobierno de'los Romanos ‘Pontifices pues allf todo est& escrito y detallado, lo mismo el ortgen del rei- - nado, que la forma dé gobierno y la clase de hombres que'lo han de desempefiar, y el tiempo que ha de durar, y el e6digo que han de tener, y cudnto han de observar hasta el fin del mundo. Es sabido desde luego, que el Romano Pontffice es un virey con todas las atribuciones en el drden administrativo y gubernativo del rey que lo ha nombrado. Es tambien demasiado sabido, que el rey que ha dado este vireinato al Papa, es Jesucristo. ¥ por cierto, que causa ya nfuseas el leer lo que, uno tras otro, van escribiendo esos hombres, & quienes nos atrevemos 4 decir qué echaba en cara el Profeta, que tomaban el! testamento de Dios en sus labios, sin . tener derecho 4 ello, enando hablan de la Iglesia. El reino de Cristo, dicen, no es de este mundo, pues asi se lo di-

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