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Sig" xIvV tanto vale la religion como la razon, la ciencia divina como la na- © tural, el misterio incomprensible como un problema de aritmética, el judafsmo como el budismo, el cristianismo como el mahometis- mo, el catolicismo como el protestantismo, Cristo como Belialy Dios como Lucifer. La Iglesia para ellos es una sociedad anénima como otra cualquiera, sin derechos divinos, ni m&s prerogativas ni poderes, que los que le concedan las potestades del siglo, y sin fa- cultad para ejercer su jurisdiccion, si aquellas no se la permiten: sus Concilios son reuniones de grandes impostores, y sus decisio- nes despotismo y arbitrariedad. Todo esto, como se vé, es negar la existencia de toda verdad para establecer el imperio de la meritira: asi, al lado de estas ne- gaciones en religion se establecen dogmas inicuos, por los cuales se le quita todo 4 Dios, & Oristo, al Pontifice Romano, 4 los Obis- pos, 4 los Sacerdotes, para dar. quizés 4 un tribuno 6 4 un plebis- cito el derecho de inmiscuitse en arreglar la religion, la moral y hasta la administracion de los Sacramentos. El todo para esos he- rejes es la razon humana, que no debe obedecer 4 nadie; el traba- jo, que es el paladium que contiene 4 los hombres en su deber, y los hace buenos ciudadanos; el progreso, que se reduce 4 conceder — 4 cada hombre que viva como le parezea, no reconociendo autori- — dad sobre su razon; el liberalismo, que consiste, segun ellos, en no reconocer mis instituciones que las que los hombres reunidos li- bremente se quieran dar 4 si mismos, y la civilizacion moderna, aunque permita la existencia legal de la inmoralidad, la destruc- cion de las instituciones santas, y la nivelacion de todas las cosas, aunque Dios las haya hecho desiguales en el 6rden gerarquico, social y religioso. En este estado, verdaderamente babélico, se encuentran h los principios sagrados que son el fundamento de la sociedad. Pqvs hombre hay que se detenga 4 pensar en esto por algunos momen- tos, y nose espante? La sociedad humana esté colocada ya al bor- de de un declive, en cuyo fondo no se vé sino horrenda oscuridad; sino hay una mano poderosa que contenga su marcha, va 4 entrar de leno en el plano inclinado, y cae en vl abismo. Por eso los _ hombres que aman con sinceridad 4 sus hermanos, como, por un instinto de amor, estén diciendo que es necesario un Concilio Ecu-

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