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se 16 qué! en todo eso de ver, que una repitiblica, cual era Francia hace ahora veinte afios, despues de haber der- ribado una monarquia mundana en su propio suelo, va. & Roma 4 reponer en su trono al monarca de Ja fe, al rey de la misma Roma, 2né hay algo de desusado, de ex- traordinario, y superior 4 los cAleulos de la polities hu-, mana? Dos hombres han aparecido en este siglo; iigua- les en el nombre, y algo parecidosen las acciones: el primero, no parece sino que merecié ser emperador, por haber devuelto 4 un pueblo grande sus glorias religio- sas: el segundo, pudiera decirse tambien de é!, que me- recié ser lo que es, por haber sido contra el triunvire de Roma en 1849. lo que fuera Carlo Magno en 754. contra los lombardos atrevidos y sacrileg@os. No crean esos adubadores de los eventos faturos, que el segundo de estos dos hombres deje de tener hecha la raya, de la cual no ha de pasar. El primero fué previsto por Dios, para ser el instrumento dela eataunalien de] cul- to en una nacion, que habia hecho una constitucion atea: el segundo lo fuera, para sostener en su trono al que hacia treinta y seis afios habia sido despojado del titu- lo de rey de Roma: y jcosa verdaderamente rara!. Una accion noble, caballerosa, y diriase religiosa, esté dan- do realee 4.un gran pueblo, hace ya veinte afios, y pode- mos preguntar, gquién tiene el mérito de esta aceion, el monarea 6 el pueblo? Cuando’ las huestes fueron & proteger 4 Roma, el pueblo no lo hizo, ni lo proyecté, por un arranque propio de si, sino por no ser inferior & otro pueblo, que hacia qae se levantase su leon y sa- cudiese su melena rugiendo contra Garibaldi: el monarca no existia, pues el que hoy lo es, no era sino un ciuda- dano francés cuando las tropas de las Galias coronaron las crestas del monte Mario. Vino hace cuatro anos una intriga de gabinetes, y las Aguilas napolednicas volvicron & lo que se llama su nido principal: poco tiempo despues

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