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132 Jesucristo.que no varian segun las circunstaneias del mundo, sino que conservan siempre su misma fuerza y virtud, asi como su misma naturaleza. Estos preceptos sacaron al linaje humano del gran letargo, en que lo habia hundido el paganismo con sus vicios y supersti- ' ciones, y ahora tambien pueden sacar al mundo del remolino, en que lo tiene atolondrado la filosofia de las ideas enmarafiadas y de las negaciones. No se ha enco- gido la mano msDios para no ealeaes diremos siempre con Isaias. (1) _ : a te ; 3 : is Z : é ae CONCLUSION. Un combate descomunal, mayor que los de los titanes de la fabula, va 4 darse muy pronto: los combatientes » van marchando ya 4 reunirse bajo las banderas, que su Jefe ha puesto sobre las crestas de los montes: al dar la hora sefialada, todos estaran en su puesto. Pero no se ve que los de un bando tr aigan armas; ni yelmo, ni espada, ni rodela, ni adarga, ni eseudo, ni coraza.se ven . relucir sobre su cuerpo, gcomo han de pelear? jedmo han de vencer & sus enemigos? Voces se oyen entre tanto de muchedumbre de gentes yeunidas; los agare- nos y los extranjeros vienen gritando y dicen: sea nues- tra herencia el santuario de Dios: aqui, si, se ve brillar las celadas, hechas de oro purisimo: y relum- brar las espadas blandidas 4 los vientos: picas, lan- zas, alabardas con vistosas banderolas ondean en los aires: sonidos de clarines, relinchos de corcel, voces de érden y ruido de atambor, todo indica la llegada de ejércitos fogosos, cuyos alazanes despiden fuego por los (1) Cap. 69. v. 1.

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