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130 otros al otro mundo sin haber pensado en el gran via- je, viaje de dos pisadas, una de las cuales se da en el limite del tiempo, y otra en la entrada de la eternidad. Apénas puede uno concluir este cuadro, sin tener que tirar la pluma y engolfarse en la consideracion mas triste que pueda tener quien ama.4los hombres, y echarse luego 4 llorar sin consuelo. ;Desgraciado lina- je humano! En este estado lo encuentra el concilio ecuménico que va 4 celebrarse, relajado en sus costumbres, devo- rado por la fiebre de los placeres, ahijoneado por una concupiscencia, cada dia més vigorosa, por encontrar pabulo incesante en la sensualidad azuzada sin cesar, disipado por el movimiento continuo 4 que se ha en- tregado, resfriado en las prdacticas religiosas, como un anciano, que se arrastra ya con pesadez al querer an- dar, cuando se trata de obrar bien, y como, un joven dgil, vigoroso y flexible, cuando se le habla de empre- sas temporales. No crean los filésofos voluptuosos que el concilio disimalaré sus doctrinas pestilentes, que son las que han condueido al linaje humano 4 tanta degra- dacion de costumbrres. Haya enhorabuena invencio- nes, adelantos, progreso en el comercio, y en cuanto conduce 4 volver esta vida miserable ménos penosa y mas llevadera. Todo eso est&é bien: todo esté en el ér- den natural de la Providencia, pues Dios sujet6 la tierra, y cuanto en ella hay, al hombre; (1) Dios le dijo que en castigo de su pecado sudaria todos los dias de su vida, para ganar su sustento; y puesto que le dié entendimiento, se le dié para que lo emplease tambien en trabajar para aminorar en lo posible ese mismo sudor. Pero, de eso al uso que hacen los hombres de sus adelantos, la diferencia es inmensa: el progreso en (1) Genes, cap. 1. v. 28.
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