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a 126 del hombre al levantarse, es cl saber lo que hay de nuevo, lo que traerdn los telégrafos, y lo que diran los diarios. Témanse con énsia estos impresos, y con la inisma el literato 4 la ligera busca articulos floridos y | de altisonancia, el comerciante noticias comerciales, el joven la continuacion de la historia de combates y de- safios, la mozuela lo que le faltaba saber de los amores de aquella novela, en los cuales cree ella que estan pin- tados los suyos, el revoltoso los hilos de aquella conju- racion, que ha visto anunciada, el politico aquellas combinaciones de gabinete que encierran tanta felonia, la mujer los nombres de las modas y de cuanto contri- buya 4 ocultar sus afios y aumentar su decaida hermo- sura, y por fin cada cual su negocio, para estar hablan- do despues todo el dia, quien de ejércitos y marina, quien de artilleria y de armas de fuego, quien de tea- tros, de cantantes y de cantatrices, quien de amores y de cortesanias, quien de revoluciones, quien de batallas, quien de comercio 6 de modas, quien de paseos, de co- midas, de bailes, de diversiones y de saraos. Asi se pasan hoy Jas horas, los dias, las semanas, los meses, el afio, la vida: eso no puede Ilamarse sino hambre de leer. Pero al mismo tiempo hay hastio para no leer: esa lectura frivola, ligera, floreada con mil matices que halagan los sentidos, llena de tantas variedades que distraen, compuesta de cuentos y relaciones mas ideales que reales gqué efectos ha de producir? gqué efecto no producira la lectura diaria de las producciones moder- nas, en las cuales se ha puesto en ridiculo lo més sa- grado, y los hombres més santos y venerables que ha habido? yqué ha de resultar de esa volubilidad, que en- yendra el estado de agitacion continua de los espiritus, ocupados siempre en querer saber lo que pasa en todas partes? gqué de ese movimiento corporal tan rdpido, 3
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