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" eion autorizadas por la ley, hay banquetes y orgias pet manentes, hay una sed insaciable de oro y de placeres, hay un lujo devorador de las fortunas y de la virtud, hay cada dia nuevos modos de vestirse, y de adornarse, y de peinarse en las mujeres con detrimento de la mo- destia, de la inocencia, y hasta del pudor: y ¢todo esto qué es? El Apdstol dice, que toda imundicia, toda -avaricia, toda lujuria, toda prostitucion es servidumbre de idolos. (1) No hay templos dedicados 4 idolos, dird el siglo de la ilustracion filoséfica: pero, gc6mo Hamare- mos & esas casas, habitaciones de vivoras de almas, donde las leyes de la politica mundana permiten que, salvo el pudor ptblico, pueda cometerse y se cometan, excesos reprobados por la ley divina, y se consuman abominaciones parecidas4 las de Menfis y Ninive’ {Cémo4 esos grandes salones, en los cuales, entre el vapor de las viandas y el humo de los vinos, se ensalza el poder de la razon humana, se preconiza la emanci- pacion del espiritu, la perfeccion indefinible del enten- dimiento, y se auguran dias de imperio glorioso 4 la razon humana,& cuyo compds todo queda sujeto? Y 4né lo son tambien esos liceos, donde se ensefia el ateis- mo, se anula el principio de autoridad, y se ensalza el _ poder humano sobre e] divino? ;Y no lo son esos re- ceptaculos de gentes enmascaradas, cuya descripcion no debemos hacer por resistirse 4 ello la pluma? La tendencia 4 retroceder en materia de costumbres 4 los tiempos de la idolatria es clara y manifiesta por todas partes: gran diferencia hay, si, entre los hombres de aquellos tiempos y los de hoy dia; porque, 4 no’ du- darlo, el mundo ha ganado, aunque no en todas las clases, en lo que se llama educacion civil, y respeto & las personas: pero ese precisamente es el cardcter (1) Ephes. cap. 5. v. 5,

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