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118 tierra el espiritu de rebelion; procl4mese la indepen- dencia de la razon, la autonomia del hombre,y el im- perio del orgullo, y una vez que los hombres sean altivos por sistema, no hay que dudarlo, el mundo volver4 ser idélatra, aunque no_ haya en él ni idolos, ni templos, ni altares. Decimos mas todavia, la idolatria reina hoy dia. Hé aqui que vamos caminando al fin del siglu mas ilustrado, segun algunos, que la sociedad humana ha visto: pues en este siglo tenemos ya planteada la idola- tria: el idoloes el mismo. hombre, su misma razov, y una vez establecida la idolatria de si mismo, necesaria- mente han venido los vicios que son su cortejo. jCémo! 4Ha de tener el alma su placer y su complacencia en volverse diosa, y no ha de permitir que el cuerpo, su amigo intimo, no se entregue 4 toda clase de placeres? Ella se complace en las ideas; pero el cuerpo no sabe lo que es idea por ser material, y hay que darle algo, para que tenga momentos de satisfaccion gqué hay que - darle por tanto? sensualidad, placeres, gages de idola- tria. Pretender que el orgullo y la soberbia del hom- bre no anden acompafiados. de la ,concupiscencia con todos sus excesos, es. no conocer la historia del linaje humano, 6 negarla: las. virtudes herdicas que tanto enaltecen 4 los santos, son todas hijas de la s/humildad: los grandes vicios, los desarreglos en las costumbres van siempre juntos con la soberbia del hombre malo. Bien podemos decirselo 4 esta centuria, persuadién- donos de que no se ha de avergonzar; la idolatria em- pieza 4 volver 4 la sociedad. Es seguro, que no encon- traremos entretanto ni nombre de idolos, ni templos consagrados 4 ellos: pero gqué importa esto? No hay templos consagrados & la diosa de Chipre, ni aras levantadas al nimen del pémpano y del racimo; pero hay una lujuria desenfrenada, hay casas de prostitu-

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