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_ te celebrados por su celo cristiano, armas con que se — ataca 4 la misma Iglesia, y grillos con que se la inten- — _ ta encadenar: se han impuesto trabas al ejercicio de la potestad del Pastor universal, prohibiendo & los obis- pos que publiquen sus Letras Apostélicas, sin que pre- ceda la licencia del poder civil: se han visto excesos — abominables, aun 4 los ojos dela civilizaciun puramen- te mundana, la civilizavion que pudieramos llamar de — salones, la civilizacion de la galanteria del cabailero | hdcia una sefiora, cuales son el haber despojado 4 las religiosas de sus bienes, de la dote que sus padres les dieron, dé la dote que poseian por derecho natural; y que ellas quisieron emplear para vivir en castidad y en retiro. Todo esto ha sido un tejido de levantamientos _ de pueblos y de reyes contra la autoridad de la Iglesia, contra su libertad é independencia, contra su dignidad — y sus prerogativas. ;Qué! ~No habia de cumplirse Ja ley de la expiacion en este mundo? ii El momento. llegé: desde que la Glosofia, he podido decir, que mandaba en los pueblos y que se’habia sen- tado en los consejos de los reyes, llegé la hora de estos: en treinta afios han caido ya més de veinte de sus tro- nos, huyendo todos4 tierras lejanas, sin haber vuelto uno solo 4 ocupar el solio dessus mayores, jleecion ter- rible para los soberanos que han sido la victima, y para los pueblos que lo han ejecutado, muriendo millares de _ hombres en las calles y ciudades populosas! Pero el concilio va 4 abrirse: los soberanos pueden dirigirse 4 los Padres, y los pueblus tambien pueden acercarse 4 alguno de sus pastores y contarles su suerte desgracia- — da. Nos encontramos errantes, diran aquellos: en vez — de la pirpura imperial, llevamos el trage comun: he- mos sido arrojados de nuestros tronos, de los palacios, que levantaron nuestros padres: se nos insulta, se nos llena de vituperios, cuando en otros tiempos todos nos