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consolar al que sufre»», he aquí el secreto de la santidad. O bien esta otra de San Francisco de Sales: «Un bendito sea Dios, dicho en el sufrimiento, vale mas que mil acciones de gracias en laprosperidad » Que entre los enfermos los hay resignados pa­ cientes y alegres, que hacen de la cruz instrumen­ to de su santificación, es innegable. Sin hacer men­ ción de tantos santos, reconocidos por la Iqlesia para quienes la enfermedad fue el medio provi­ dencial por el que quiso el Señor elevarles a la cumbre de la perfección, no estará de más recor­ dar un enfermo de nuestros días, de quien son las siguientes palabras: «No sólo acepto el sufrimiento, sino que lo ben­ digo, porque me abrió los ojos para la verdad... Se que forma parte en el puesto que me fue designado del gran conjunto que Dios ha querido y contra el cual no protesto. M e ha permitido también acercarme a Jesucris­ to, quien sufrió por todos los hombres, por mí como por ti,y que sigue sufriendo todavía y siem­ pre a causa de mis faltas y de las tuyas. Cuando me encuentro mejor es que El se carga mi cruz y la lleva por mi; cuando siento dolor, me toca a mi soportar la cruz de Jesús. No puedo asemejar- me a El por la santidad; por eso procuro acercar­ me humildemente a El por loque sufro, y una vez junto a El, ¿que me importa todo lo demás? ¡Ah si supiera yo convencer a los que buscan por otras partes, y buscan en vano, la verdadera felicidad...!» 95

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