BCCPAM000549-1-40000000000000

ejemplo de esa pobrecita señora imposibilitada e inconsciente a la que vuestra caridad os mueve a pasar la noche a su lado... Presentes tenéis tam­ bién a tantos enfermos de los suburbios, para quie­ nes hay en vuestros labios palabras de consuelo, de aliento y de esperanza. Ahora bien, admitido el hecho del sufrimiento, ¿qué actitud se ha de observar en él? Ante todo, guardémonos de dar crédito a las expresiones que, en momentos de sufrimiento, arranca de los labios del paciente. No se maldice, ni se desespera porque no se crea, sino porque el dolor impide pensar en lo que se dice. ¡A cuántos hemos oído decir, después de algunas expresiones de desesperación, arrancadas a impulsos del sufri­ miento, ya más serenos, exclamar: «¡Perdón, Se­ ñor, que no sé lo que he dicho!...» Si los pobrecitos tuvieran más instrucción re­ ligiosa... Si conocieran losdesignios amorosos de Dios al visitarnos con el dolor... De ahí la necesidad de enseñarles el por qué del sufrimiento, recordándoles que Dios no es m e ­ nos Padre cuando nos visita con laenfermedad que cuando nos da la salud: que el dolor en sus manos es un medio para expiar nuestras culpas, merecer el cielo y asemejarnos a Cristo,su hijo... ¿Qué es todo lo que nosotros sufrimos comparado con lo que El sufrió por nosotros? Tratándose de personas algún tanto instruidas en la vida espiritual no estará de más recordarles esta máxima de San Vicente de Paul: «Sufrir, sa­ ber sufrir, amar el sufrimiento, no hacer sufrir, 94

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz