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Los verdaderos sabios que se llaman Newton, Kleper, Copérnico, Galileo, Wolta, Marconi, Linneo, Pasteur, Herschell..., fueron creyentes y varios de el os sinceramente piadosos. ¿Y se atreverán esos pigmeos a negar lo que estos gigantes en la cien­ cia han confesado? Guiados por la luz natural,todos los pueblos de la tierra, aun los más incultos y primitivos, han reconocido la existencia de un Ser superior, autor de todo cuanto existe.Erraron en verdad muchos de el os en cuanto a la naturaleza de ese Ser su­ premo, reconociéndole unos en el sol, otros en de­ terminados animales, otros en las plantas, y así sucesivamente; pero todos estaban de acuerdo en la creencia de un Ser superior. De esta verdad se hizo eco el pagano Plutarco, cuando dijo: «Más fácil es encontrar pueblos sin murallas, sinleyes, sin cultura alguna, que pueblos sinreligión». Después de detenidos estudios sobre las costum­ bres de las tribus más salvajes, primitivas e in­ cultas, se ha venido a comprobar que la única en la que se creía no haber indicioalguno de reli­ gión, se han encontrado muestras ciertasde creen­ cias religiosas. Así lo afirma la autoridad máxima en esta mate­ ria, el etnólogo Humboldt. Por eso, en vano se esfuerzan los sinDios «mos­ covitas» en amontonar en sus museos pruebas y más pruebas de la no existencia de Dios; los he­ chos están en contra, y buena prueba la tenemos en la fe religiosa creciente del pueblo ruso, no 80

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