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La entrega a la proyectada obra fue total, segura e irrevocable; desde entonces no ha dado un solo paso atrás y ha seguido fiel en medio de las di versas pruebas, dificultades y contrariedades, que ha tenido que superar. No voy a hacer el panegírico de su vida, abun dante seguramente en defectos; ni voy tampoco a reparar en los méritos de su actuación, porque a ella leofendería; pero síquiero hacer constar aquí, que ha sabido captar siempre mi espíritu y que, gracias principalmente a ella, se conserva nuestra Congregación en el espíritu de piedad religiosa, austeridad y pobreza franciscana, que los mismos seglares admiran, asícomo de un amor entrañable a los más pobres. ¡Quiera el Señor que siga así siempre la Congregación y que en lo futuro nin guno de sus miembros trate de orientarlapor otros derroteros, que no son los trazados por Dios a través de mi humilde persona! A esta primera auxiliar-cooperadora en los co mienzos de la proyectada fundación religiosa de Misioneras franciscanas del suburbio «siguió bien pronto otra joven no menos entusiasta, resuelta y decidida, enamorada de los pobres, alma de após tol cien por cien, llamada Pilar Hernando Díaz. Ella ya en un principio supo adaptarse y captar el es píritu del fundador, inspirándole plena confianza en los diversos puestos que ocupará a medida que vaya extendiéndose lafundación, entregada en alma y cuerpo al apostolado entre los hermanos pobres. Tras estas dos vinieron otras más, animadas de buen espíritu, algunas de las cuales, debida a su 45
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