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Rincón, mi mano derecha en la fundación de esta obra. Lamento el disgusto que recibirála intere* sada al leer estas líneas, pero es mi deber consig­ nar los hechos para la historiade la Congregación, que trato de hilvanar. Mi tratoy conocimiento con esta buena alma ocurrió así; Ejercíayo por aquel entonces, junto con el apos­ tolado del suburbio, el apostolado del confesiona­ rio en nuestra Iglesia de Jesús de Medinaceli. La novedad del llamado apóstol delsuburbio atraía a no pocas personas, sobre todo del sexo débily joven. Entre las numerosas personas que buscaban mi dirección, orientación y consejo se hallaba una joven de unos veintitrésaños, hija de madre viuda, empleada como secretaria en una importante so­ ciedad de seguros. Dócil a mis consejos e indicaciones, se la veía adelantar en la vida espiritual y en deseos cre­ cientes de perfección y de entrega completa en lavoluntad de Dios y de cuanto El quisiera de ella. No era de aquellas que querían las cosas a m e ­ dias, constante y tenaz por naturaleza, era de las que tenían por lema: ser o no ser. Convencido de que se trataba de un alma llamada por Dios para El, la aconsejé que tratara de enterarse de la vida de algunas congregaciones religiosas para ver si encajaba en ellas. De buena gana la hubiera en­ caminado ya desde el principio hacia mi proyecta­ dafundación, pero juzgué prudente esperar. Comen­ cé a hablarle de la necesidad de ser no sólo bue­ 43