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En las páginas de la historia eclesiástica no es raro encontrarse con mujeres asociadas a los hom­ bres para la realización de obras benéficas en fa­ vor de la humanidad. Después de la obra cumbre de la redención lle­ vada a cabo por el Verbo Divino en cooperación con María Santísima, tenemos el ejemplo de una santa Escolástica, auxiliar de su hermano San Be­ nitoen su obra monacal; Santa Mónica, instrumen­ to principal de Dios en la conversión de su hijo San Agustín; Santa Clara, brazo derecho de San Francisco en la fundación de la segunda orden; Santa Juana Francisca de Chantal, dirigdade San Francisco de Sales y fundadora con él de la Vi­ sitación; Santa Luisa de Marillac, junto a San Vi­ cente de Paúl..., por citar algunos de los nombres más conocidos. ¡Qué extraño es que en la pequeña e incipiente obra del apostolado de los pobres del suburbio por mí iniciada haya querido el Señor asociar a algu­ nas piadosas mujeres animadas de la mejor bue­ na voluntad para secundar mis iniciativas! Que tanto ellas como yo estábamos muy lejos de ser lo que fueron los ejemplares citados, de acuerdo. Pero nadie podrá poner en duda que el Señor es libre para servirse de los instrumentos más ruines e imperfectos para llevar a feliztérmino sus obras. Precisamente cuanto más imperfecto es el instru­ mento, más resalta la valía del artista. ¿Cuántas fueron estas primeras colaboradoras? Varias y muy valiosas; mas, entre éstas, es justi­ cia mencionar laentonces señorita Ceferina Muñoz 42

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