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nima de las comodidades modernas llegaba a es­ tas pobres gentes. Carecían de agua, de asisten­ cia médica, de medios de transporte, de escuelas... Verdad es que, de vez en cuando, se conseguía la visita esporádica de algún médico, pero, ¡qué pocos de nosotros nos contentaríamos con estas visitas!... No menos lamentables eran las condiciones re­ ligiosas de los moradores de este barrio. Distante varios kilómetros de las parroquias de Palomeras Altas o Vilaverde,sin medios de comunicación con las incomodidades de polvo y calor en el verano y del barro y frío en invierno, el abandono en que vivíanera grandísimo. Por eso no era raro encon­ trarse con niños de doce y catorce años que no habían hecho aún la primera comunión, ni tenían la menor idea religiosa. Con la ignorancia religiosa se juntaba la ignoran­ cia culturalmás elemental. ¿Cómo exigir a niños de seis a catorce años que se trasladasen diaria­ mente delbar io al pueblo de Villaverde para asis­ tir a una de sus escuelas primarias? Mi primera visita al barrio, si barrio podía la­ marse, fue deprimente. Allíhabía que hacerlo todo. Urgía por el momento la construcción de un edi­ ficio que sirviera de capilla para los actos del cul­ to, la instrucción catequística y al mismo tiempo para escuela de primera enseñanza e incluso de dispensario médico y almacén de provisiones. La idea plasmó pronto en realidad. Varias dis­ tinguidas señoras madrileñas a quienes conseguí que visitaran el barrio se entusiasmaron por mi 29

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