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vida, para cada una en particular ypara la Congre­ gación en general, debe ser todo cuanto la Iglesia ordene y disponga, tanto en materia litúrgica, como social, misional, ecuménica y dogmática, cuidando de que se ajuste debidamente al carácter propio del instituto y a las circunstancias y condiciones físicas y psíquicas de los miembros (Decreto Per- fectae Caritatis). He aquí en resumen el espíritu q e debe animar a toda misionera franciscana del suburbio. A nin­ guna se le obliga a permanecer en esta Congrega­ ción.Pero una vez que ha ingresado, queda obli­ gada a someterse a las leyes por las que dicha Congregación se rige. Si no hay sociedad sin le­ yes, tampoco puede estar sin el as esta nueva so­ ciedad religiosa que ha merecido recientemente su aprobación eclesiástica. Con esta aprobación de la Congregación debe comenzar para todos sus miembros una nueva vida, vida de más entrega a Dios y por El a los más amados de Dios, que son los pobres, vida de más exacta y fiel observancia de las Constitu­ ciones, por la misma Iglesia aprobadas. Y ahora, para terminar, justo es dar gracias a Dios por la merced de la aprobación del instituto en Congregación, y justo es también rendirlas muy cordiales a todas aquellas misioneras que han per­ manecido fieles hasta ver coronada esta obra. M e despido de todas, mas no sinun ruego: el mismo que dio Jesucristo a los judíos: «Sobre la cátedra de Moisés se sentaron los escribas y fari­ 238

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