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Así también, vuestro nombre genérico es reli­ giosa, vuestro sobrenombre es misionera francis­ cana del suburbio; aquél os señala, éste os dis­ tingue. Cuanto más se adapte cada congregación o ins­ tituto religioso al fin marcado en sus constitucio­ nes, mayor será el bien que hagan en la sociedad y mayor será también el esplendor en la Iqlesia de Dios. Como la belleza en un jardín consiste en la va­ riedad de sus flores, así también en la Iglesia, lo que la hermosea es la variedad de las congrega­ ciones religiosas, atentas al cumplimiento del fin específico de las mismas. Desengañáos, no necesitáis ir en busca de lo que tenéis aquí. Estas constituciones os marcan el fin concreto y particularde vuestra congrega­ ción. Observándolas daréis mucha gloria a Dios, haréis mucho bien a las almas, hermosearéis a la Iglesia y conseguiréis vuestra perfección. Lejos de vosotras el envidiar o querer copiar o imitar lo que se hace en otras congregaciones, que será excelente para su fin especial, pero no para el vuestro. Nunca se insistirá suficientemente en la necesi­ dad de conservar el espíritu peculiar de la propia congregación. Recuerdo a este propósito la exhortación que hace años dirigía a toda la Orden Capuchina el general de la misma: «El día— decía— en que la Orden Capuchina pierda lo que es característico de la misma, que es la pobreza, la austeridad ex­ 219

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