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local, se bendijo y se destinó para el culto, y alí, por vez primera, estableció su morada Jesús Sa­ cramentado. Desde entonces, hace ya veintitantos años, ha venido morando con los habitantes del bar ioeste Divino Huésped, sin que haya dejado de estar con ellos un solo día... ¡Qué pena que le dejen tan solo!... Al recordarlo, vienen a nuestra mente las palabras de condolencia del discípulo amado: «Vino en medio de ellos, y el os no le conocieron.. ». El local, aunque no muy espacioso, sirvió en un principio, a más de los actos de culto, para la ca- tequesis de niños y mujeres mayores. Un nutrido grupo de jóvenes de ambos sexos, venidos de di­ versas parroquias de Madrid, acudían todos los do­ mingos y días festivos para el apostolado cate­ quístico, asícomo para el apostolado de caridad en favor de los pobres del barrio. Como la asistencia a la improvisada capilla iba en aumento, y ésta resultaba insuficiente e in­ cómoda, hubo necesidad de buscar otro local más amplio, y éste se encontró no lejos del primero, situado a mitad del barrio, a la izquierda de la carretera general. Disponía el mencionado local de cuatro departa­ mentos, bastante amplios: uno para capilla, otro para despacho delpadre, otro para almacén de ropa y víveres, y otro bastante más amplio para escue­ la primaria, dividido para clases de costura para chicas, cocina y servicios. Todo ello reducido y pobre, verdadera casita de Nazaret. 20

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