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Juez: Y las frases injuriosas que vierte contra esas personas en el mencionado artículo... F. Delfín: No soy yo,señor juez, quien las vierte, sino un loco, que habló conmigo. M e limito a refe­ rir lo que él me dijo, sinhacerlas mías. Juez: Pero, por el hecho de publicarlas, expre­ san su mente. F. Delfín: Lo niego... Juez: Es inútil proseguir. Usted ha incurrido en grave delito de difamación contra los jefes de esas naciones, y no tendrá más remedio que ate­ nerse a las consecuencias. La causa está pendien­ te de sentencia. Días después es citado el reo para escuchar la sentencia. Esta es absolutoria para el reo, Fray Delfín, y condenatoria para «El Santo», que queda­ rá suspendida su publicación durante un mes». Y aquí tienen ustedes a Fray Delfín y al «Santo» celebrando el primero sus «bodas de oro sacerdo­ tales» y al segundo sus «bodas de plata». P. Laureano María de las Muñecas» 214

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