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don Inocencio Rodríguez, tuvieron la inmerecida bondad de acompañarme todo ese día, tanto en los actos religiosos, como en los actos civiles, incluso en la mesa. Asistieron, además, a los actos la hermana del Padre y su cuñado, sus numerosos sobrinos y de­ más familiares,junto con nutrido número de cono­ cidos y admiradores delP.;pero asistieron,¡ycómo no!,sus hijas, de las casas de Las Carolinas, Ciu­ dad Lineal y algunas de Bilbao, que felices y emo­ cionadas asistían a todos los actos, derramando algunas lágrimas, sobre todo, al besar las manos de su P. Fundador, a la terminación de la Santa Misa. De las otras hijas residentes en Roma, que no pudieron venir, se recibieron expresivas felici­ taciones, que no podré olvidar. La prensa de Madrid, de aquel día16, se ocupó de este acontecimiento, comentándole y exagerán­ dole con exceso. Haciendo caso omiso de otros relatos,m e limito a copiar lo publicado, con tal motivo, en el Boletín Oficial de la Provincia Capuchina de Castilla: Dice así: Bodas de oro sacerdotales del M. R. P. Lau­ reano M.ade Las Muñecas «Las circunstancias especiales en que se desenvuelve la vida y apostolado del P. Lau­ reano han contribuido a que lacelebración de sus bodas de oro hallase un marco adecuado y excepcional. Los colaboradores, admirado­ res y beneficiarios de la obra apostólica, cul- 206

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