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Si, a quien mucho se le da,según el Papa San Gregorio, mucho se le exigirá, ¿qué no me exigirá el Señor en retorno de lo que me ha dado? Se cuenta de San Juan de Avila que al oír que un sacerdote había muerto, después de celebrar la primera y última misa, exclamó: «¡Qué responsa­ bilidadtan grande la de ese sacerdote..!» ¿Cuál será, pues, la mía, después de más de 18.250 mi­ sas? Estas y otras consideraciones semejantes fueron el tema principal de mis meditaciones durante los diez días de retiro preparatorio para celebrar este quincuagésimo acontecimiento. Retirado en la so­ ledad del convento de Montehano, lejos del munda­ nal ruido, a solas con Dios y con mi alma, comparé el Debe y el Haber dellibro de mi vida... ¡Cuántas gracias recibidas y cuántas frustradas!... ¡El Señor volcándose sobre mí, y yo... Ocupado en estos pensamientos se deslizaron rápidos aquellos diez días, en aquel ambiente de paz y silencio, interrumpido únicamente por el murmullo de las olas del mar lejano y el aleteo de las aves marítimas, que a mí semejaban aves de buen augurio... Viniendo ahora a la mención de los actos de la celebración de mis bodas sacerdotales resultaron, a decir de todos, solemnes. ¡Milveces más de lo que podía imaginar y merecer el festejado, que na­ da merecía. Tanto la Orden Capuchina, representada en el superior general de la misma, como el P. Provin­ cial, como lacomunidad de Jesús en pleno, se su- 204

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