BCCPAM000549-1-40000000000000

y en la que quieras o no quieras, después de cele­ brar el acto, hay que hacer los honores de la mesa a lasombra de un vetusto y copudo árbol. A través delcamino, vacas, que nos miran indiferentes, ban­ dadas de perdices que vuelan, liebres que saltan y enormes avestruces, que corren más que vuelan. A la semana siguiente, otra excursión para visi­ tar el centro llamado El Soldado. Se halla éste en plena campaña en medio de una gran extensión de terreno, dominado por una pequeña, pero curio­ sa capilla, a laque acuden en esta ocasión numero­ sos fieles de toda la comarca con motivo de un bautizo. Ni qué decir tiene que el P. español tiene que dirigirles la palabra, lo que hace con gusto. Entre las varias familias que me saludan, hay una que, sin conocerme, muestra un interés especial porque pase a comer en su casa. La hubiera com­ placido de no desairar a otras. Urge el tiempo, doy un adiós a todos, atravieso el río y camino hacia Minas. Ya en el palacio de Mons. Quaglia recojo mis im­ presiones: «La mies es mucha». El campo de apos­ tolado es extenso. ¡Qué hermoso apostolado po­ drían hacer aquí las misioneras, visitando en plan catequístico estos lugares de campaña, reuniendo de vez en cuando a las gentes en estas capillas, extendidas a lo largo y ancho de los mismos. Decididamente acepto la petición del señor obis­ po. Vendrán las Misioneras y tendrán aquí su pri­ mera misión en tierras sudamericanas. ¡Dios lo quiere y esto basta! Las dificultades económicas son lo de menos. Sólo ahora resta ponernos de 196

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz