BCCPAM000549-1-40000000000000
Y fiadoen la Divina Providencia, que nunca falla, me decido a dar cumplimiento a mi promesa, dando el sí definitivo a monseñor Quaglia, que no ve la hora de recibirlo. Mas antes, una elemental prudencia exigía cono cer personalmente el campo de apostolado en el que las misioneras tenían que trabajar. ¿Cómo lan zarlasinsaber a dónde iban y en el ambiente en que debían actuar?... Convenía, por tanto, que an tes de llegar las tres hermanas, destinadas para esa primera misión en América, se trasladase el fundador para informarse de todo y convenir con el señor obispo en las condiciones morales, espi rituales y económicas, bajo las cuales se compro metían a servir a la diócesis de Minas. Sin pérdida de tiempo (siempre he sido amigo de las decisiones rápidas), tomo el avión de Iberia, doy un adiós a las hijas, que lloriqueando agitan los pañuelos al despegar el aparato, me remonto sobre las nubes, dejo atrás la tierra, surco los ma res y planeo en el aeropuerto de Montevideo y a tomar el autocar que me dejará ante la puerta del convento de PP.Capuchinos, que amables me re ciben y no menos cariñosos me obsequian. Aquella misma tarde visita, en compañía de dos de los Padres, a los monumentos de la época de la do minación española y, sobre todo, visita provechosa e interesante al cardenal capuchino monseñor Bar- bieri, imposibilitado de todos sus miembros menos el de la cabeza. Al díasiguiente, carretera adelante en dirección a Minas, acompañado y guiado en su coche por el 191
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz