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que antes residían en suburbios de chabolas, como los que actualmente las ocupan. Saben muy bien que el problema del suburbio no es sólo problema de viviendas, sino también y prin­ cipalmente, del logro de una vida humana y cris­ tiana. Creer que, desaparecido el chabolismo de los suburbios, desaparecerían los problemas económi­ cos, morales y religiosos de los mismos, es una utopía. De esperar es que llegaráun día en que consiga el Estado construir viviendas suficientes para todas las personas que viven en las chabolas de los suburbios; mas no desaparecerán por esto las causas que motivaron elacogerse a esos infec­ tos lugares. De ninguna manera. El mal no se remedia cambiando de lugar y de nombre. Si antes, la falta de trabajo, la enferme­ dad, la ancianidad o la vagancia, obligó a alejarse de la ciudad y establecerse a las afueras de la misma, continuarán existiendo esas mismas causas, aunque moren en confortables pisos. Tenemos alguna experiencia de esto.Numerosas familias,que antes vivían en chabolas de los su­ burbios de Madrid, para quienes se consiguió del Estado sacarlas de alí e instarlasen hermosos pisos,se hallantan necesitados como antes. A lasolución del problema delsuburbio tiende la acción caritativa de la misionera delmismo y, por eso, seguirá siendo tan misionera de los que vi­ ven en las chabolas como de los que viven fuera de ellas. 185

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