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buscó lafecha más apropósito, que fue el4 de oc­ tubre,fiesta de nuestro Seráfico Padre San Fran­ cisco. El acto de la inauguración, sencillo pero devoto, fue presidido por el P. Fundador, quien bendijo los locales y celebró la Misa, asistido por el párroco, don José Aguado. Asistió, además, la superiora ge­ neral y las otras cuatro hermanas, que forman la comunidad. Por la tarde se presentó para felicitar a las hermanas el P. Superior del Convento de Ca­ puchinos de la ciudad e hicieron lo propio al día siguiente otros varios PP.delmismo convento. El piso que ocupan las hermanas, aunque modes­ to, reúne todos los servicios necesarios que puede apetecer una religiosa franciscana: una habitación para capilla, hermosa y devota; dos dormitorios, suficientemente amplios para dos camas; una sala- comedor, que sirve de recibidor; cuarto de aseo; cocina y galeríapara tender la ropa, y desahogo de la casa. Instaladas ya las hermanas en la nueva casa, die­ ron comienzo a su apostolado, de acuerdo con el párroco, dedicándose con preferencia, una a los enfermos y ancianos, otra a la instrucción moral y religiosa de las madres, otra a las jóvenes y gita­ nos y todas a la catequesis de niños; también dan clases de mecanografía, habiendo sido otra, la her­ mana Dori, nombrada maestra de una escuela de gitanos. Fieles al nombre de «misioneras del suburbio», viven consagradas a los pobres del mismo, conven­ cidas de que tan necesitados están de ayuda los 184

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