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ba una carta de recomendación del Obispado de Madrid, firmada por el Visitador Diocesano de Re ligiosas, don Hermenegildo López. Por la misma fecha envió el párroco de San Isi dro, don José Aguado, una instancia al señor arzo bispo, en laque solicitaba la admisión de las «Mi sioneras Franciscanas del Suburbio» en su pa rroquia. A la solicitud, tanto de la superiora general co mo del señor párroco, accedió gustoso el señor arzobispo, quien en nombre de éste contestó el vicario de ladiócesis, en nombre delseñor Obispo, accediendo a la petición. «Obtenido el permiso de la fundación, había que pensar en la instalación de las cuatro primeras hermanas, que formarían la comunidad de Vallado- lid.La superiora general, con otra de las hermanas, orientadas por el párroco, se encargaron de hacer las oportunas gestiones para dar con un piso m o desto, a tono con los que ocupan las familias tra bajadoras del barrio. Y lo encontraron en la calle llamada Oriol, piso segundo, letra B. La noticia de que las monjitas de hábito oscuro y blanco cordón franciscano se habían instalado en el barrio,se extendió bien pronto por toda laparro quia, siendo acogidas con singulares demostracio nes de simpatía y cariño,simpatía y cariño que han ¡do en aumento, a medida que se dan o conocer por su sencillez, humildad y espíritu de sacrificio. En ambiente tan propicio, y cumplidos los debi dos requisitos, se procedió a la inauguración oficial de la casa-vivienda de las hermanas. Para ello se 183
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