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párroco de la Colonia de San Fermín, don Paulino, el cual me expuso las dificultades que encontraba para atender, a más de la colonia, a otros dos barrios pertenecientes a la misma, llamados Orca- sitasy Las Carolinas, distantes entre sí por va­ rios kilómetros. Le animé a seguir trabajando en tan costoso, pero provechoso apostolado, prometiéndole que, si algún día mis superiores me autorizasen para dedicarme al apostolado de los pobres delsubur­ bio, me ofrecería para ayudarle espiritualmente en uno de estos barrios. En esto, recibo en el convento de Jesús de Medinaceli la visita de tres distinguidas señoras, pertenecientes a la Junta de Caridad del barrio de Las Carolinas. La formaban la Baronesa de Vi- courp, la señora doña Carmen Noguera de Baque- ra y la señorita Araceli García. Vienen por encargo del señor secretario del se­ ñor Patriarca para pedirme que m e haga cargo de laasistencia religiosa del bar io de Las Carolinas. El nombre y la persona del mencionado señor se­ cretario m e era sobradamente conocido. Había sido uno de los sacerdotes de la Diócesis de Madrid, que asistieron a los Ejercicios por mí predicados en laCasa de Cuatro Caminos. Posteriormente ten­ dré ocasión de hablar varias veces con él, experi­ mentando siempre los efectos de su bondad. ¡Que el Señor le haya premiado el sacrificio de su vida, ofrecida a Dios por lasantidad de los sacer­ dotes de la Diócesis! 16

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