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centenares de bloques de viviendas de diez y más plantas, ocupadas por unas treintamil personas, procedentes en su mayoría de los barrios subur­ banos. La vista exterior del complejo urbanístico es excelente, aunque no el interior. Por poco que se repare, aparece la pobreza e in­ dolencia de varios de losque lo ocupan, varios de el os gitanos. Cuenta el barrio con todos losservicios indis­ pensables para el mismo, como escuelas, asisten­ cia médica, etc.Y cuenta, sobre todo, con dos mag­ níficostemplos, situados uno a la entrada y otro en el centro. En laépoca en que nos referimos, aún no se había terminado ninguno. De la asistencia religiosa de losfieles del barrio, se ocupaban dos beneméritos sacerdotes: don An­ drés Bilbao, como párroco, y don Jesús Martínez, como coadjutor. Del primero, es un deber reconocer públicamente lo mucho que las hermanas le deben, tanto al prin­ cipio de la fundación como durante todo el tiempo que estuvo al frente de esta parroquia. A él se debe, primero, la autorización y permiso para insta­ larse en el barrio las hermanas. A él también la cesión gratuita del piso de la casa rectoral para vivienda de las hermanas, asícomo la planta baja, contigua a la iglesia, para la instalación de la guar­ dería de niños. Reconocerlo es un deber de grati­ tud,y un nuevo motivo para que le tengamos pre­ sente en nuestras oraciones, sobre todo en las do- lorosas circunstancias en que se encuentra actual­ mente, a causa de la grave enfermedad con la que 166

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