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brino delque algunos años antes fue Cardenal ca puchino delmismo apelido, y obtenida la misma, soy recibido por dicho Monseñor con una sencillez’ naturalidad y campechanería, que no podré olvidar.' Me pregunta por el apostolado a que se dedican las misioneras: por las que actualmente le compo nen, por las obras de caridad que ejercen; por los medios económicos de vida con que cuentan; por el espírituque les anima y por la acogida que el público les dispensa, etc. Responde brevemente a las preguntas, e inter calando de cuando en cuando alguna graciosa anéc dota de aquellos tiempos, cuando estuvo de Nuncio de Su Santidad en América Latina, no parece tiene prisapor dar por terminada la audiencia. Por fin,antes de levantarse, llama asu secretario y le da orden de que me acompañe para hablar con un Monseñor del Vicariato para que, leída la petición oficial,diera comienzo a los trámites nece sarios para estos casos. Entre tanto y mientras llegaba el sí de la peti ción, no había que perder tiempo. Aconsejado por un Consultor de la Sagrada Congregación de reli giosos, e informado de la buena impresión recibda, se comenzaron las gestiones en orden a laadquisi ción de un local o piso en la borgata degliArcacci, para la instalación de tres o cuatro hermanas. Por el momento hubo que contentarse con alqui lar un piso modesto en la parte alta de la borgata, que fue necesario abandonar poco después, por ne cesitarla el propietario. 157
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