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constancia y perseverancia conforme nos enseña nuestro Divino Salvador. En conformidad con la doctrina delConcilio Va- tiacon I se les facilitó la asistencia a conferen­ cias y cursillos formativos religiosos, escriturísti- cos, catequéticos, etc. Sin olvidar dar a conocer el espíritu de la propia congregación, que es espíritu de profunda religiosidad, e austeridad, de pobreza, de sencillezfranciscana, de caridad yde amor hacia los pobres, junto con una santa alegría. Que no todas las novicias hayan respondido a nuestros esfuerzos no nos sorprende, sabiendo como sabemos por laVerdad Infalible «que son m u ­ chos los llamados y pocos los escogidos» y que de muchos es comenzar y de pocos terminar. Las deficiencias son inevitables en toda obra humana y con ellas hay que contar siempre. Si en la escuela de Cristo hubo un discípulo infiel y entre los primeros compañeros de nuestro Padre San Francisco hubo un apóstata, qué extraño es que en todas las órdenes se encuentren defeccio­ nes. Desalentarse por eso es desconocer la historia de la Iglesia y la historiade las congregaciones re­ ligiosas. Lamentables son las salidas, pero más lamenta­ bleseríaque por carecer algunas de vocación per­ maneciesen dentro de las congregaciones, sinsa­ lirde ellas. Nunca se repetirá bastante: «Más vale pocas con espíritu religioso-evangélico, que mu­ chas sinél». 149

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