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rar con tiempo el relevo, tanto más cuanto que la crisis de vocaciones se dejaba sentir no sólo en el extranjero, sino también en España. El tiempo de noviciados repletos, cuando los superiores se veían precisados a decir «basta, no hay sitio para más», había terminado. No era raro escuchar lamentos de noviciados que resonaban en el vacío y de otros que contaban con la mínima cantidad de candidatos. La crisis de vocaciones revestía caracteres alar­ mantes, sobre todo en el extranjero. Congregacio­ nes religiosas con cinco provincias se veían redu­ cidas a una que también languidecía; noviciados cerrados y sin esperanza de ser abiertos; comu­ nidades que se veían precisadas a unirse a comu­ nidades distintas, antes que morir. De ahí el afán por erigir en España, tierra de promisión para algunos, en tiempos, seminarios y colegios para niños de ambos sexos en los que se les ofrecía enseñanza y estancia gratuita, con el fin de ver si entre tantos aspirantes se quedaba alguno definitivamente. Al desear plantar un semillero de vocaciones pa­ ra nuestra Congregación no pretendíamos sino fa­ cilitar los medios por los que la Divina Providencia señalara a algunas su vocación. Los fracasos no fueron previstos ni por nosotros ni por los superiores de tantas órdenes y congre­ gaciones religiosas,que ante esos fracasos, tuvie­ ron que recoger velas y cerrar estos centros de reclutamiento de vocaciones, sobre todo femeni­ nos,siendo ya contados los que existen en España. 143

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