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Otro, en un santiamén, esperando el tren en la estación, entran en una huerta donde había unas hermosas uvas y matas de tomates y destrozan no sé cuántas. Otro destroza los vasos, como recuerdo de su despedida de Tablada, haciendo una gracia. Otro... ¿y a qué más? Sería interminable la rela­ ción de travesuras de estos inquietos e indomables potrillos, pero que luego en la noche, al hacer una especie de revisión del día, cada uno sabe decir de sí mismo, pidiendo perdón por las cosas mal que ha hecho durante el mismo, con una sinceridad envidiable y edificante. Espectáculo digno de admiración es el que ofre­ ce lasala de curas al regreso de las excursiones y paseos a las montañas cercanas. Una hermana no es suficiente para curar todas las heridillas que se han hecho, cayendo y poniéndose las rodillas de pena; otrocon unas zarzas; otro con lapiel cortada por no secarse bien al salir de la piscina, eso que se les insiste. ¡Y todas las noches se les cura! ¡Y siempre se lleva un botiquín para hacer las prime­ ras curas en las excursiones! ¡Qué gusto da verles comer con ese apetito en­ vidiable! 135

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