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guíente a la improvisada ocupación pudieron insta­ larse ya ciento cincuenta niños con todas las co­ modidades necesarias (aunque hubo que apretarse un poco y llevar más literas), ¡nada de lujos! Se contaba con un depósito de agua suficiente- se descubrió un manantial de agua del que eran con­ ducidas las mismas al depósito; se instalóla luz eléctrica; se construyó una pequeña piscina fuera del recinto de la casa que, aunque no amplia, fue lo suficiente por el momento, ya que se iban ba­ ñando por grupos con tiempo determinado; se cerró con alambre de espino toda la parcela, etc. Otras mejoras se irán introduciendo posterior­ mente, talescomo un nuevo depósito más espacio­ so, una hermosa y amplia piscina dentro del terre­ no de la casa con depuradora de agua (ya que la primera, como estaba mal construida por falta de dinero,se fue resquebrajando y se escapaba todo el agua), etc. A partir del año de la inauguración de la Resi­ dencia, 1960, se han venido sucediendo todos los años turnos de centenares de niños del suburbio, de 20 en 20 días, disfrutando durante este tiempo del aire fresco y reconstituyente de la sierra. El ienestar de estos pequeños lo saben apreciar sus madres, al contemplarles a su regreso, bronceados por el sol y con un apetito del que antes carecían y sin casi acatarrarse en el invierno. La preocupación de las hermanas misioneras que están al frente, no se limita a suministrarles el pan material para el cuerpo, sino que se extien­ de al espiritual para el alma. A esto se ordenan 133