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veraneantes del suburbio madrileño. La Hermana María Jesús, ayudada por otras misioneras, capita­ neaba la colonia. El Padre fundador se encarga de vencer laoposición del director del grupo escolar a cedernos los locales, oposición que se estrelló ante la orden delMinisterio de Educación. Ya instalados en el improvisado local comienzan las dificultades.Las restricciones de agua están a la orden del día yde la noche. Pensar en bañarse sólo si se va al río, distante unos kilómetros del pueblo, que entonces se podía utilizar. Para lavar la ropa hay que ira algún arroyuelo bastante aleja­ do del pueblo. Orquestas de mosquitos las distraen y obsequian por la noche y algún que otro bichito les advierte con sus pinchazos de que no todo en la vida es «dulzura». El lugar carece de condiciones para el esparcimiento de las niñas, ya que está en el centro delpueblo, donde no existía más que un pequeño parque; que más que de bares, tien­ das, salas de diversión, necesita de aire, de luz y de libertadpara corer,gritar y pasarlo bien.Por otra parte, elgrupo escolar en elque se encontraba instalada lacolonia estaba expuesto a no pequeños inconvenientes, que las hermanas no podían evitar. El gamberrismo no es planta que crece exclusiva­ mente en las ciudadees, sino también en los pue­ blos. Recuerdo el tostón que algunos de esa plaga nos dieron cierta noche. Inaugurada oficialmente la residencia de verano en Tablada, en el año 1960, continuó durante varios años utilizándose el grupo escolar de Guadarrama 124

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