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El lugar evocaba en mí los recuerdos más emo­ cionantes e imperecederos de mi vida de campaña. Aquí en San Rafael pasé como capellán voluntario de Falange Española los primeros y más duros me­ ses de la cruzada española. A lo largo de esta ca­ rreteraque lleva al Alto de los Leones fui ametra­ llado por un avión enemigo que divisó desde loalto el blanco de mi hábito,obligándome a defenderme tirándome a la cuneta. En el centro del pueblo se hallaba la comandancia militar de los nacionales, de la que fui avisado un día a las 4 de la mañana para que confesara a cuatro milicianos y una mujer que iban a ser fusilados, teniendo la satisfacción de que todos el os se reconciliaran con Dios antes de recibir la descarga fatal, después de besar el crucifijo que les había entregado. En lo alto de la montaña, en el lugar llamado Cueva Valiente, m e encontré con una centuria de falangistas segovianos que defendían aquella difí­ cil posición estratégica y cuya devoción a su pa- trona,Nuestra Señora de la Fuencisla, me conmo­ vió al ver cómo la obsequiaban todas las noches rezando el rosario — según propia confesión— an­ te la imagen de la Divina Señora recortada de un periódico y colocada en el interior de una especie de gruta formada por piedras unidas con barro. A la salida del pueblo una bomba enemiga, que explotó sobre un camión repleto de guardias civi­ les nacionales matándoles a todos. A la sombra de aquel copudo pino se hallaba confesando un capellán cuando una bomba enemiga dejó sinvida al confesor y al penitente. 122

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