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a subir el Puerto de Los Leones, teniendo que re gresar a Madrid. Y aquella otra que pudo costar- nos cara, cuando un grupo de niños prendió fuego a un matorral que provocó un incendio considerable y la intervención de los bomberos de Guadarra ma y Madrid, con las consecuencias que esto su pone. Y aquella otra cuando alguno de los niños del Padre Laureano, con sus fechorías, daba que hacer a las autoridades municipales de San Rafael,cuan do entraron en un corral y dejaron marchar a los animalitos; o bien trepaban a los camiones de fru ta que subían lentamente por la carretera delPuer to de Los Leones. Por último, hago caso omiso a otras muchas pe ripecias disculpables por tratarse de niños delsu burbio, acostumbrados a hacer su voluntad de la mañana a la noche, indisciplinados por naturaleza y por la gracia delambiente. ¡Menuda paciencia la de las misioneras para le var a este tropel de crios! Porque hay que tener en cuenta que ellas corren al cargo de laformación espiritual, material y moral de los chiquillos. Pues si bien, en un principio, se contó con la ayuda de algunos jóvenes seminaristas, se prescindió más tarde,cargando las hermanas con toda la respon sabilidad de los niños. No estará de más anotar que mientras ellas han estado al frente de los centenares de niños del suburbio no ha habido que lamentar ningún percan ce importante, ni desgracias personales, sólo al gún que otro susto. 116
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