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y los negros los parias de la sociedad. Las conse cuencias no tardarán en dejarse sentir, cuando la raza negra, humillada y despreciada por la blanca, cuente con número y medios suficientes para tomar la revancha...¿No es lo que estamos viendo en al gunas de esas naciones africanas que han recobra do la independencia? Nada más opuesto al espíritu del Evangelio, que el racismo. Ante Dios todos somos iguales ni hay griego ni judío, blanco o negro. Todos forman por igual la familia humana, cuyo Jefe es el mismo Cristo, que derramó la sangre por ella. La Iglesia condena explícitamente el racismo y «mira por igual a los pobres, a los necesitados a os afligidos, a los hambrientos, a los enfermos a los encarcelados, a los hombres de cultura,a íos trabajadores, a los jefes de los pueblos, a los de otras religiones... Y a todos mira y a todos abraza como hijos de un Padre común, que está en los cielos, redimidos por Cristo» (Concilio Vaticano I) 109
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