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A apro rinere A A ii a — 04 — — Por una contradicción palmaria. — ¿Por qué imponían castigos y muerte al que no se aquietara y se resolviera á profesar el error protestante? —Por otra contradicción evidente; pero no por eso condenaban su dogma fundamental del libre examen, que aún hoy subsiste, —¿Cómo debemos combatir esta herejía monstruosa? —Con la sumisión fiel y absoluta á la au- toridad infalible de la Iglesia. Ante la nega- ción de la protesta, debemos hacer brillar con toda su hermosura la afirmación católica, El protestantismo niega sumisión; el terciario ha de afirmarla con franqueza. El protestantismo es la oposición completa á la Iglesia de Ro- ma (Breckeuridge). El terciario ha de ser el defensor de su autoridad divina. El protes- tantismo se fundó en la soberbia; el terciario con su humildad de hijo de San Francisco, ha de trabajar por acabarlo y aniquilarlo por completo, rayéndolo de la haz de la tierra. — ¿Quién fué en el siglo XVI el más va- liente defensor de la Iglesia, y el enemigo im- placable del protestantismo? —Un terciario; Felipe II de España, á quien los secuaces de Lutero, por odio, le lla- maban el demonio del mediodía. — ¿Cuál fué el efecto inmediato de la here- jía protestante? —El espiritu de libertad. —Habladme pues de eso —Lo haré en el capítulo siguiente.
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