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— 63 — nar y procurar arrancar de los entendimien- tos toda idea que favorezca al protestantismo. —Pues no me acabáis de afirmar que está ya muerto? “ —Silo está como sistema doctrinal, y es como una casa que se arruina por falta de cimientos, ó como una tea que está por ex- tinguirse, pero que todavía despide algunos siniestros resplandores; aunque haya clau- dicado como sistema doctrinal y religioso, todavía tiene sus secuaces que si no por convicción, por lucro ó interés por lo me- nos, tratan de sostener sus ideas, de pro- palarlas de mil maneras y sobre tado, el pro- testantismo ha dejado en el mundo sus hue- llas, como la nave que surca la mar su es- tela. —¿Dónde descubris esas huellas? —¿No me oisteis ya que dejaba asentado en las almas el libre examen? —Si, y claramente lo recuerdo. —Pues ¿á qué pensais obedece el sistema actual de las libertades de la sociedad sino el desarrollo tomado por el libre examen? —Tenétis razón; pues decidme: ¿qué es el libre examen? —Es la tontería de declarar al hombre juez de todo, en virtud de lo cual es independiente para creer lo que le plazca y aceptar lo que juzgue por «conveniente, —Pues entonces, ¿por qué los protestantes se reunían en asambleas para redactar confe- siones sin conseguir unificarse jamás?
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