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DeL ILustTrÍísimO SANTANDER. 5 el primer Sermon, y de leer la carta que V. $. me ha remitido del P. Pamplona. Por ella veo los tra- bajos que ha padecido mi Señora la Intendenta, el do- lor que V. S. tenia de ver padecer á quien ama, y.la constancia y firmeza de esa bendita criatura , 4 quien Dios ha destinado para alivio de sus padres. Veo tambien la conformidad'de V.S;, su agradecimien- to al Señor por el alivio, y su reconocimiento á las di- vinas misericordias, que acá blandamente afligen, para no castigar allá severamente. ¡Qué felicidad, amado Señor Intendente mio! ¡Dichosos trabajos que producen unos frutos tan preciosos! ¡ Dichosas pena- lidades que así nos labran una corona de inmortali= dad! No, no.producen estos frutos las temporales felicidades. Una salud robusta, un empleo honroso, una-comitiva: brillante, por lo.comun:nos hacen ol- vidar.nuestra mortalidad , nos sacan fuera de nos= otros mismos, nos enloquecen, y precipitan en los derrumbaderos de la vanidad ,y en. los excesos de las pasiones. Los trabajos, los-dolores, las enferme- dades nos dan á conocer lo que somos, lo que fui- mos, y lo.que.en breve seremos; y este útil y santo conocimiento nos proporciona para llorar lo pasado, y suspirar por la verdadera felicidad que esperamos poseer eternamente.

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