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64 Sermon II. precisamente ha de amar el órden, por ser este virtuoso amor una perfeccion que dimana del éx- den increado y eterno, que es el mismo Dios; y es imposible componer este amor del órden con entregar al hombre á los caprichos é inclina- ciones de sus pasiones y apetitos , que ordinaria- mente se arriman al desórden ; luego es preciso que Dios haya puesto límites y términos á los apetitos y pasiones del hombre : luego no todo es permitido al hombre : luego hay unas cosas per= mitidas y otras no : luego hay unas cosas buenas moralmente y otras malas: luego hay una ley eterna y necesaria, que aprueba las buenas y que prohibe las malas. Sí christianos mios muy. ama- dos : todo este precioso encadenamiento de ver- dades es evidentemente verdadero. Existe, pues, una ley divina, que es dimanada del cielo: una ley anterior á las de todos los pueblos é imperios de la tierra : una ley eterna , inmutable, universal, que indiferentemente obliga al fuerte y al débil, al tirano que oprime y al esclavo que es oprimi- do: que condena los delitos ocultos entre las obs- curas tinieblas de la noche, y los crimenes pú- blicos y escandalosos. De lo contrario, Dios ha- bria faltado á lo que debe á sí mismo, y á lo que pertenece á las criaturas. Por lo que á sí per- tenece no habria provisto suficientemente á-la conservacion y destino de los hombres, dexando- los sin obligaciones mútuas y reciprocas que de- bian cumplir; y los hombres nacidos para vivir en sociedad, como sus inclinaciones lo anuncian y
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