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Sobre la existencia de Dios. 20 gais á quedar seducidos con las falacias de su pe- cado. Videte fratres , ne forte sit in aliquo ves- trum cor malum incredulitatis. Acaso me' direis y que esto seria razonable y justo en los misterios ocultos y dificiles de en- tender ; pero que la existencia de Dios es una verdad tan clara y evidente , que no necesita de pruebas. La existencia de la materia y su movi-= miento , le demuestran hasta la misma evidencia: el innato conocimiento que todos tenemos de lo que es.vicioso y-lo que es virtuoso : la armonía y órden admirable del universo: la série de genera- ciones en los hombres, en-105' animales, en las áves , en los peces y demas vivientes sensitivos: ,6 en las plantas , en los frutos y en los minerales, lo prueban invenciblemente: el judaismo, el maho- metismo , el hereticismo y el christianismo , CStos quatro orandes pueblos, que cubren la superficie de'la tierra , lo-confiesan , sostiénén y predican, ¿Y por ventura , se ignoró esta verdad en alguna especie de gentes? Nada ménos. ¿No la publicaron Job “y. Melchisedech cen: los siglos mas remotos? ¿Sócrates entré dos Griépos, Cirovéntre los Persas; Cicérón entré 1ós Romanos los Brachmanes eno tre lós Indios, mo .la conocieron y confesaron? ¿Este clamor constante y general de todo el gé- nero humano no- hace úna. prueba irresistible de esta verdad? Sí, hijos ios, teneis mucha faz zon en pensar así, y todos serian felices si de esa suerte raciocináran. Pero ya os he dicho quela incredulidad trata en nuestros tristes dias de ex- tender su negro manto sobre estas verdades tan 3 | y Ñ

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