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Contra las causas de la incredulidad. 293 perarán á que hableis mas. Ellos interumpien- do vuestras palabras, dirán con una sacrilega ironía : ¡grande hombre! ¿Fué mas que un tris- te hijo de un Carpintero , que se le puso en la cabeza representar el papel de un Profeta , y lleno su espíritu de ilusiones, hizo mas que He- mar despues el mundo con su doctrina del mas miserable fanatismo? ¡Ah , bocas blasfemas, que en un período solo vomitais un torrente , un rio caudaloso , un mar de abominaciones , en- mudeced ! Qui estis vos , qui tentatis Domji- num ? ¿Habeis leido el Evangelio? ¿Esa carta de Dios á los hombres? ¿Ese libro divino y to- do admirable ? ¿Ese libro, de quien uno de vuestros mayores maestros formó el elogio si- guiente (1)? Os confieso , dice , que la ma- »gestad de las Escrituras me pasma , y que la »santidad del Evangelio me habla al corazon. »Á su vista me parecen muy pequeños los li- »bros de los Filósofos mas grandes. ¿Podremos »persuadirnos que un libro tan sencillo y al »|mismo tiempo tan sublime sea obra de los hom- »Bresi ¿Se podrá: creer que no sea mas que »hombre el sugeto , cuya historia se describe »en el Evangelio? ¿Es por ventura este tono »el de un sectario ambicioso , Ó el de algun en- »tusiasta fanático ? ¡Qué dulzura y qué pu- »reza en sus costumbres!;¡ Qué penetrante gra= »cia en sus instrucciones! ¡Qué elevacion en $us (1) Rousseau Emil, lib. 3. pag. 165. y Cartas pag. 108.

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